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La partida de Lea, hija de tareferos que cumplió su sueño de volver a Misiones

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La partida de Lea, hija de tareferos que cumplió su sueño de volver a Misiones

El deseo de regresar a Misiones, la búsqueda de una hermana, un grupo de Facebook como herramienta y el oficio de contar historias. Lea Da Silva (51) era oriunda de Oberá y había emigrado, hace 25 años, a Mar del Plata, provincia de Bueno Aires, junto a su esposo y sus cuatro hijos, en busca de un futuro mejor.

Desde el instante de su partida, su anhelo era volver a la tierra que la vio nacer y crecer y eso fue lo que transmitió, durante los últimos cinco años, en el grupo de Facebook Misiones Tierra Hermosa (MTH), donde recogió a una comunidad que la conocía y la apreciaba por la forma de relatar los recuerdos de su provincia natal.

Lea provenía de una familia que se dedicaba a la pesca y a la cosecha de la yerba mate. Acompañada siempre de su padre, sus andanzas por la provincia fueron muchas.

Cuando todavía era niña, la familia se mudó a la localidad de Puerto Rico. Luego, ya de grande, se casó, tuvo sus hijos, y decidieron radicarse en a la costa argentina.

Pasados los años, Da Silva se separó y junto a tres de sus hijos empezaron a proyectar su regreso a Misiones.

“Ella quería que conozcamos la tierra colorada, porque nos fuimos de muy chicos”, dijo Nerea, hija de Lea, en conversación telefónica con La Voz de Misiones.

Una búsqueda, un grupo

El puntapié inicial para que Lea Da Silva se amigara con la tecnología y comenzara a realizar publicaciones en la red social Facebook fue la búsqueda de una hermana de parte de su papá, a quien no conocía y tampoco sabía su nombre.

“Hace cinco años, ella empezó a manejar el tema del celular y, como muchas personas grandes, no entendía muy bien la tecnología, de a poco le fuimos enseñando a usar WhatsApp y Facebook. Le dijimos que podía comunicarse con gente de Misiones a través de los grupos”, contó Nerea a LVM.

Fue entonces que la obereña conoció el grupo Misiones Tierra Hermosa, una comunidad digital creada en el año 2017, la cual alberga a 124.243 miembros que han emigrado de la tierra colorada, pero que “la añoramos”, se desprende de la descripción del perfil.

Además, la biografía de la página sostiene que el sitio es un lugar de encuentro entre los que tuvieron que partir de Misiones y “quienes tienen la dicha de seguir viviendo en ella y también para aquellas personas que sueñan y desean conocerla y visitarla algún día”.

“Todo empezó por el grupo Misiones Tierra Hermosa, comenzó a hablar con gente de ahí y fue haciendo preguntas para encontrar a su media hermana; acá -en referencia a la provincia- se conocen todos hace años”, relató la hija de Lea.

En esa línea, Nerea sostuvo que iniciaron un largo recorrido para encontrar a la hermana de su mamá.

“Comenzó a buscar a los parientes más lejanos, ver si los podía encontrar ahí y preguntar si sabían de su hermana; durante años buscó un nombre que diera con su familiar, hasta que por fin pudo encontrarla y encontrarse con ella”.

Posteo de la obereña cuando conoció a su hermana.

El oficio de contar historias

Si bien todo había iniciado con el deseo de hallar a su hermana, Lea utilizó la página para narrar su día a día, su niñez y adolescencia, sus más añorados recuerdos por las localidades que pasó cuando iba a tarefear o pescar con su papá, y compartir información sobre la provincia a la comunidad digital.

“Yo creo que lo que despertó el afecto de la gente del grupo fue la curiosidad de ella de preguntar cómo estaban ciertos lugares después de tantos años. Ahí la gente empezaba a contar parte de la actualidad. Le decía: ‘Mirá, este lugar ya desapareció, se hicieron lugares nuevos’, y ella contaba cómo estaba antes y eso fue creando un vínculo especial”, expresó Natanael, hijo de Lea, quien se sumó a la conversación telefónica que este medio mantenía con su hermana.

Las publicaciones de la obereña en el grupo comenzaban, la mayoría de las veces, con un: “Hola mi gente bella de MTH -Misiones Tierra Hermosa-“, y continuaban con una historia cargada de detalles, información y emoción de la narradora.

Sobre la relación que su mamá tenía con los internautas, Natanael relató que, cuando ella “quería saber algo, preguntaba en el grupo, donde había mucha gente de Misiones, que vivía en diferentes puntos de Argentina, que si no sabían, buscaban y le compartían la información”, o simplemente la conversación pasaba en saber cómo estaba el tiempo en la provincia.

Los hijos de Da Silva manifestaron que esa relación digital llevó a su madre a encontrarse con muchos familiares y a construir vínculos de amistad que con el tiempo le tomaron afecto. Tanto que acordó, una vez que estuviera radicada nuevamente en la tierra colorada, encontrarse con algunos de ellos para compartir “mates y recorridos por diferentes localidades”.

Una historia de adolescente escrita por Lea en el grupo.

El esperado regreso

Finalmente, el año pasado, Lea cumplió su deseo de regresar a Misiones junto a sus hijos: “Habíamos hablado con ella de que nos gustaría vivir acá, para dejar también un poco nuestra vida muy agitada en la ciudad, y tomamos la decisión de vender nuestra casa en Mar del Plata”, se explayó Nerea.

Aunque esa mudanza no se dio sin visitas previas a Misiones y sin consultas a sus amigos de Misiones Tierra Hermosa sobre algún terreno que la obereña pueda adquirir en Puerto Rico.

“Empezamos a proyectar, a ver qué hacer de nuestras vidas, porque ella lo que siempre anhelaba era que nosotros pudiéramos volver, conocer a nuestros parientes, porque tenemos muchísimos”, añadió el hijo.

Seguidamente, Nerea detalló que lograron vender su vivienda en la capital del país y “dejamos nuestros trabajamos y vinimos con ella a Puerto Rico. Ahora estamos alquilando, pero más adelante nos instalaremos acá”.

Cuando el anhelo de Lea Da Silva se cumplió.

Adiós inesperado

Una vez instalada la familia en la capital de la industria, Lea pactó encuentros con los cibernautas del grupo Misiones Tierra Hermosa, quienes supieron acompañarla durante años con sus historias y curiosidades.

“Tenía mucha emoción de estar acá. Desde que llegamos, no paramos de recorrer, de visitar lugares”, dijo Natanael sobre los primeros meses de su mamá, ya de regreso en su tierra. Y agregó: “Obviamente, ella amaba la pesca y siempre, siempre extrañaba mucho el río Paraná”.

Sin embargo, el pasado 2 de marzo, toda esa alegría sufrió un duro golpe. Para sorpresa de sus hijos y de todos sus seres queridos, Lea Da Silva falleció por muerte súbita.

“Antes de volver, ella se hizo chequeos médicos y estaba excelente del corazón y de salud”, dijo Nerea.

Mientras que Natanael agregó: “Nos sorprendió a nosotros, porque un día inesperado falleció. Cuando sucedió, ella tenía que encontrarse con amigos que venían de vacaciones a Cataratas e iban a pasar por Puerto Rico solamente para verla, y en la semana tenía que ver a más gente que se estaba por encontrar con ella, gente que esperaba que esté en Misiones para conocerse”.

La noticia de su fallecimiento no solo fue una sorpresa para los hijos de la obereña, sino que también para los integrantes del grupo de Facebook, quienes intentaban comunicarse con Lea sin éxito alguno.

Ante esa situación, Nerea hizo la última publicación desde el perfil de Lea Da Silva y aseguró que “este grupo de Misiones Tierra Hermosa fue lo que más feliz hizo a mi mamá”, reza la publicación de la joven, que continúa con agradecimientos a la comunidad digital.

El agradecimiento de Nerea.

A raíz de la publicación, muchas personas le dedicaron unas palabras de adiós a la obereña.

“Ella era una persona muy abierta, su juventud fue lo que siempre atrajo a la gente, porque ella decía: ‘Uno puede crecer, pero la mente siempre uno tiene que mantener joven’, y ella siempre estaba predispuesta para todo y muy alegre, tenía un carisma para hablar con las personas”, coincidieron los hermanos sobre cómo era su mamá.

Mensajes de adiós.

 


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Manu Chao, el bar de la esquina y los “fueguitos de resistencia”

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Manu Chao

Los defensores del pastizal en la remera y el vecindario como la última trinchera. Manu Chao comparte su credo en esta charla producto del azar, un encuentro fortuito, que en lo personal me permito atribuir al destino y que no por casualidad transcurre también en la mesa de un bar.

El cantante franco español que hizo de Latinoamérica su casa y el alma de su música, repitió en Posadas una costumbre que parece haber adoptado como un ritual en sus giras por el continente: visitar los mercados populares de las ciudades y pueblos que recorre como un trovador errante desde 1987, cuando desembarcó en Perú, con Mano Negra.

Lo hizo en 2019, en Asunción, donde también respondió al llamado de la tribu y acudió a la cita del hashtag #ManuChaoEnLaChispa, un sitio contracultural del microcentro asunceno que lleva el nombre de una revista editada por el líder bolchevique y fundador de la Unión Soviética Vladimir Lenin, que hizo una campaña descomunal en redes para tenerlo en su sede de la calle Estrella, y donde el que el suscribe fue testigo de primera fila.

Manu Chao evoca aquella peña que arrancó en una mesa en medio de la calle con “Me llaman calle”, donde también estuvieron algunos de los productores posadeños del concierto del domingo, y que terminó en un dúo con un músico paraguayo muy querido, Pachín Centurión, anfitrión de La Chispa. “Siguen persiguiendo a La Chispa, lo quieren cerrar”, dice, en tono de denuncia, sobre la espada de Damocles del poder municipal que se cierne sobre el centro cultural que este mes cumple 10 años.

Enseguida, recuerda el Mercado 4, lo más paraguayo que puede encontrarse en Asunción. “Te podes perder horas ahí adentro”, agrega, hablando seguramente de su propio extravío por el más grande de los laberintos de la región, que entre sus ilustres visitantes tuvo al escritor Jorge Luis Borges, en 1986.

El sábado a la tarde, junto a su troupe de músicos y productores del concierto que daría en Umma la noche siguiente, recorrió La Placita y después el grupo se instaló en una mesa del Bar Imperial, en la esquina de San Martín y Roque Sáenz Peña, que por obra del azar se anota, de ahora en más, entre los sitios de culto de su tribu de seguidores locales.

Pronto, la esquina se volvió un epicentro de fans que llegaban de todas partes, atraídos por una historia de Instagram subida minutos antes por otro referente tribal, el bajista posadeño Tony Acuña, que se encontró a la comitiva bajando hacia el bar donde sucedieron todos los encuentros casuales de la tarde.

“¿De donde viene tu amor por Latinoamérica?”, propone alguien entre los presentes. Manu Chao rebobina y habla de Mano Negra, la banda con la que desembarcó por primera vez en el continente en 1987.

“Con Mano Negra conocí Latinoamérica”, cuenta el músico. “Me siento en casa, en una casa grande”, dice sobre ese romance forjado en kilómetros de paisajes, pesares y saberes, que convirtió en banderas y expuso en un millar de canciones emblemáticas.

La cercanía de la frontera tampoco pasa desapercibida para Manu Chao, uno de los pocos artistas que se ocupó de la desventura del migrante condenado a la angustia de vivir sin papeles; siempre huyendo de la migra, desterrado eterno. “Yo no soy racista, excepto con los aduaneros”, dispara el músico y todos en la mesa ríen.

“Ayer, subiste a Instagram un reel donde hablás de ‘montar fueguitos de resistencia’”, apunta otro de los comensales.

En todo el mundo está pasando lo mismo. Hoy, el 35% de los franceses vota a candidatos supremacistas. No es algo exclusivo de la Argentina”, apunta Manu Chao, en su única frase política de la tarde. “Yo creo en el vecindario, en el poder de los vecinos; esos son los fueguitos de resistencia”, reflexiona.

Tampoco faltó la mención de Ramón Ayala, “el Carlos Gardel de la tierra colorada”, sugiere alguien en la mesa y la conversación viaja unas cuadras, a la Bajada Vieja y la entrañable melodía del Mensú, que alguien tararea.

El músico escucha con asombro el relato sobre la mítica calle y los orígenes de una ciudad que le debe todo al río,  que su mayor trovador interpretó como nadie y la convirtió en poesía.


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Los ferrys, entre el óxido y el olvido a 111 años de su llegada a Posadas

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ferrys

El viernes 18 de octubre pasado, se cumplieron 111 años de la llegada a Misiones de los ferrobarcos Roque Sáenz Peña y Ezequiel Ramos Mejía, los populares ferrys posadeños, que durante ocho décadas fungieron de puente fluvial entre Posadas y Encarnación, llevando y trayendo los convoyes del Ferrocarril General Urquiza que hacían el trayecto Buenos Aires – Asunción.

Construidos en Glasgow, Escocia, entre 1907 y 1910, los buques se embarcaron en 1913 en una increíble travesía a través del Atlántico para llegar a Buenos Aires y después a Posadas.

Eran tiempos convulsos en ambas orillas del Paraná. En Argentina, durante el gobierno de Roque Sáenz Peña, se había llegado al límite de la frontera agrícola y era el inicio de una larga depresión económica que se extendería hasta 1917 y cuya consecuencia más inmediata fue el incremento de la desocupación y su correlato de conflictividad social.

En Paraguay, gobernaba un periodista: Eduardo Schaerer Vera y Aragón, originario de Caazapá, hasta hoy el territorio más pobre del país. Y mientras Buenos Aires inauguraba su primera línea de subte, Asunción tenía una sola cuadra de pavimento de madera que la prensa bautizó con una expresión en francés: “Petit Boulevard”, donde se agolpaban las tiendas más refinadas y en cuyos escaparates se exponía el mundo.

Los buques llegaron a Misiones en 1913, tras una larga travesía por el Atlántico.

Alejadas de los centros de poder, Posadas y Encarnación forzaban, por entonces, los límites de un territorio agreste, poblado por inmigrantes llegados de otros extremos del planeta.

La inauguración, el 2 de octubre de aquel año, del embarcadero de Pacu Cuá, cuyos restos todavía se conservan en el mismo estado de abandono que los ferrys posadeños, supuso el incremento del intercambio económico entre ambos países, con el transporte de productos de todo tipo.

De hecho, los primeros convoyes fueron cargueros hasta que se sumó el transporte de pasajeros. El tren tardaba unas 50 horas en recorrer los 1.518 kilómetros entre Buenos Aires y Asunción.

Las naves tenían una tripulación de aproximadamente 25 personas cada una.

“Contribuyeron al crecimiento económico de Misiones, con el transporte de granos, aceite de tung, fertilizantes; más adelante entró el tren de pasajeros, que llegaba a Posadas todos los miércoles y embarcaba a Asunción, volviendo los domingos”, comenta Analía Colazo Bidegain, presidenta del Ferroclub Nordeste Argentino, heredero de los ferroaficionados posadeños y que se ocupa de la salvaguarda de la memoria y el patrimonio ferroviario.

Analía es hija de Sixto Ramón Colazo, que durante 45 años fue jefe de la zona fluvial en Posadas y como tal estuvo a cargo de la coordinación de cada viaje de los ferrys.

Ex trabajadora ferroviaria, Analía cuenta que creció en los emblemáticos buques mellizos. “A los cuatro años hice mi primer viaje: me subía con el capitán, iba al otro lado y volvía”, recuerda.

“De chico no entendías, pero al crecer se adquiere conciencia y creo que no hay hijo de ferroviario que no ame o respete lo que fue el trabajo de nuestros padres y a estos barcos”, afirma.

Destino final

En internet hay un sinfín de material sobre ambos buques, entre crónicas periodísticas, imágenes, videos e, incluso, fotografías de la inauguración de 1913, del Archivo General de la Nación.

Entre todos, el video titulado “El ferry del adiós”, publicado hace más de 10 años, recoge el invaluable testimonio de dos de sus protagonistas: el jefe Colazo y el capitán Vicente Arzamendia, ambos fallecidos en 2011, con un mes de diferencia.

En el material, de unos 16 minutos de duración, ambos hombres cuentan los pormenores del trabajo que implicaba el cruce del río, la labor a bordo y aportan datos precisos sobre el funcionamiento de los antiguos buques.

El video repasa también el papel de ambos buques en importantes eventos históricos: el transporte de suministros y heridos de la Guerra del Chaco, que enfrentó a Paraguay y Bolivia entre 1932 y 1935; y las labores de rescate de evacuados durante la gran inundación de 1983, que puso en jaque a todo el litoral argentino.

“Hace diez años que estoy de capitán de los ferrobarcos”, relata Arzamendia y la imagen lo muestra en el puente de mando, en plena faena por el río. “Llegué en 1956 y me embarqué como profesional baqueano durante seis años hasta que asumí como capitán”, cuenta.

“Tenemos un capitán, un oficial baqueano, un jefe de máquinas, un primer maquinista, un timonel, un contramaestre, dos cabos de asadores, seis marineros, cuatro foguistas, un mozo y un cocinero; es un total de veinte tripulantes”, contabiliza, a su vez, Colazo.

El capitán Vicente Arzamendia, en el centro, y el jefe de la zona fluvial Posadas, Sixto Colazo, a la derecha.

“Son muy necesarios porque cada uno tiene su tarea específica”, valora el entonces jefe de la zona fluvial y detalla: “El personal de cubierta realiza su tarea de carga y descarga; el personal foguista es el que mantiene la presión en la caldera a través de la leña que le va suministrando”.

Los buques, de 63 metros de eslora y 18,15 metros de manga, consumían unas cuatro toneladas de leña cada ocho horas. “La temperatura en la sala de calderas alcanza oscila entre los 60 y 80 grados centígrados”, ilustra Colazo y explica que, debido a esto, los tripulantes asignados a esta área, alternaban en turnos de 15 minutos. “Salían a tomar aire y volvían”, cuenta Colazo.

En la cinta disponible en Youtube, el hombre se anticipa al destino de ambos ferrys, sacados de servicio en 1989 con la inauguración del puente internacional San Roque González de Santa Cruz, y pide que “se hagan todas las gestiones necesarias para que los barcos se conviertan en museos y no terminan en chatarras como ha ocurrido en otros lugares”.

“Cuando mi padre fallece le hice la promesa de seguir luchando por ellos”, señala su hija Analía que, por entonces, ya estaba alejada de la actividad ferroviaria y vivía en Buenos Aires. “Y así empecé, yendo y viniendo, hasta que después me radiqué en Posadas para estar más cerca”, apunta.

Parque temático

Hoy, en su apostadero de Nemesio Parma, el Roque Sáenz Peña es el que parece mejor conservado, aunque Analía Colazo asegura que las apariencias engañan y que, en realidad, es su mellizo, el Ezequiel Ramos Mejía, el que mejor se mantiene a flote.

La escena sugiere todo lo contrario. El óxido parece haberse apoderado por completo del Ramos Mejía, que, además, perdió totalmente el puente de mando y exhibe parte de su estructura convertida en un amasijo de hierros retorcidos.

Su mellizo, el Roque, en cambio, conserva resabios de la pintura que lucía cuando ambos buques estaban amarrados en la costanera de Posadas, donde hoy se ubica la plazoleta que rinde homenaje al Papa Juan Pablo II.

La época del restaurante y el museo a bordo del Roque Sáenz Peña.

En aquel entonces, en la cubierta del Roque funcionaba un restaurante, que llegó a ser muy concurrido, y en su interior albergaba una extraordinaria muestra de maquetas a escala de joyas ferroviarias de todos los tiempos. Un nombre sobresalía en aquel entonces: el arquitecto Narciso Aguilar, fallecido en 2010.

En 2014, fueron declarados Patrimonio Histórico Provincial y Fluvial, y Bien Histórico Nacional, en 2021, por ambas cámaras del Congreso.

Sin embargo, nada se hizo por ponerlos en valor. “El tema es que se requiere una gran inversión”, señala Analía Colazo, que a través de su fundación presentó a la Secretaría de Transporte de la Nación un proyecto para extraer los buques del agua y montar en el predio de la estación de Miguel Lanús un parque temático ferroviario.

Analía Colazo Bidegain, ex ferroviaria y presidente del Ferroclub Nordeste.

“La idea es sacarlos del agua y mediante un convenio con las escuelas técnicas reparar el caso y recrear una laguna para que la gente que no conoció pueda conocer esta parte tan importante de la historia de Misiones”, explica Analía.

Según dice, luego de la asunción de las nuevas autoridades en diciembre pasado, volvió a entrevistarse con la cartera de Transporte del gobierno de Javier Milei y le comunicaron que “no hay intención de hacer nada”.

El hundimiento

En 2019, se hundieron en el mismo lugar donde se encuentran hoy. Reflotarlos, implicó la intervención de un equipo de buzos y técnicos navales que trabajaron durante tres días, dentro y fuera de las embarcaciones, soldando fisuras del casco y desagotando agua con bombas de achique que no pararon nunca.

Desde entonces, descansan ahí, amarrados en una orilla olvidada, a una veintena de kilómetros de la parte del río donde una vez brillaron y se convirtieron en leyenda.

Para cualquiera que no conozca su historia son nada más que un par de despojos oxidados esperando lo inevitable en un recodo alejado, como conveniente, del escrutinio público.

Los ferrobarcos se balancean en las aguas de Nemesio Parma, soportando estoicos el implacable paso del tiempo, como dos hermanos condenados que aguardan, pacientes, el hachazo final del verdugo.

 


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Juanfer Quintero pagó la operación de cataratas a un misionero

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Pedro, un misionero de 56 años con síndrome de down conocido como “Papi” en el paraje Yacutinga, necesita una operación para recuperar la visión que perdió hace unos seis meses. En las últimas horas, su historia se viralizó en las redes sociales hasta llegar al jugador colombiano Juan Fernando Quinteros (Juanfer), quien decidió enviar los fondos para que Papi se opere.

Todo comenzó con un video que difundió José Pisak en su cuenta de Instagram contando un poco la situación en la que se encuentra el “fanático incondicional” del Club Atlético River Plate.

“Lamentablemente, (Papi) tiene cataratas en ambos ojos y necesita operarse lo antes posible. Cada operación cuesta $1.300.000 y por eso estamos pidiendo la ayuda de todos”, explicó José Pisak en un posteo que acompañó con un video de Papi para que sus seguidores lo conozcan.

A lo que añadió: “Hace más de 6 meses que Papi no ve, cualquier colaboración es bienvenida para que pueda recuperar la vista y seguir disfrutando de su vida y de su pasión por River”.

El audiovisual recorrió las redes acogiendo todo tipo de comentarios de solidaridad de los internautas que querían aportar su granito de arena para ayudar a que Papi recupere la visión.

Sin embargo, el momento que sorprendió a todos, incluso al mismo José, fue el mensaje del exjugador de River, Juanfer: “Yo lo pago”, escribió y, en otro comentario, arrobó a una persona para que “cuadre” los detalles para enviar los fondos que cubrirían la costosa cirugía.

Al comentario del jugador de fútbol, José, un fanático más del Millonario, contestó: “No puedo creer que hayas visto esto. Sos gigante. Gracias”.

Tras comunicarse con la persona que Juanfer le indicó y con el correr de las horas, el joven que se hizo eco de la historia de Papi comunicó a través de sus historias de Instagram que el centrocampista y actual jugador de Racing giró el dinero con el cual se llevará a cabo la operación.

“Hoy a la mañana hizo la transferencia. Eso ya tiene todo la familia, la cuenta a la que se transfirió es directa de Papi. Ahora, sigue el segundo paso que es la fecha de la operación y volver a mirar a River, que es lo que más quiere”, celebró José.

 

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