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La travesía de 2.000 kilómetros de un misionero para fotografiar yaguaretés

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“A onça está perto”, fue la primera advertencia que José Ignacio García recibió al llegar al Gran Pantanal, en el estado de Mato Grosso, Brasil, a unos 2.000 kilómetros de su Oberá natal. Luego escuchó dos consejos claves para su estadía en la zona: no salir de noche y no desviarse del camino principal. La advertencia, en portugués, significaba: el jaguar o el yaguareté está cerca.

José tiene 27 años y la semana pasada viajó al humedal más grande del mundo para cumplir una experiencia única: fotografiar un yaguareté en su hábitat natural.

El obereño es Licenciado en Administración de Empresas, trabaja junto a su padre en la firma familiar y vive de ello, pero la fotografía es su gran hobby y posar el lente de su Sony A6500 sobre el mayor depredador de la cadena trófica de América se transformó en su anhelo.

Para ello, debió embarcarse en una gran excursión terrestre de 4.000 kilómetros (ida y vuelta) y nueve días de viaje. La travesía comenzó un sábado, desde Oberá hasta Foz de Iguazú y desde allí hasta Porto Jofre, un inhóspito paraje brasileño ubicado a la orilla del río Cuiabá, desde donde comienza la aventura para recorrer el Gran Pantanal, un humedal de casi 20 millones de hectáreas.

En diálogo con La Voz de Misiones, José contó que el objetivo inicial era realizar un viaje de “padre e hijo”. La primera idea fue volar hasta la Patagonia, pero luego se le ocurrió hacer “algo fuera de lo normal” y a partir de ahí comenzó a buscar un destino para realizar avistamiento de animales.

En ese plan conoció a Alejandro “Buby” Nolde, un empresario turístico de Eldorado que ofrece viaje a diversas partes de Sudamérica y en el catálogo de destinos encontró lo que buscaba: el Gran Pantanal, excursión cuya atracción principal es el avistaje de animales y, principalmente, de yaguaretés.

Charlaron, se pusieron de acuerdo y definieron una fecha, lo cual es clave para este tipo de viajes porque las condiciones del lugar dependen mucho de la climatología. En temporada de lluvias, por ejemplo, los ríos aumentan de caudal, los caminos se anegan y los grandes felinos no se muestran tanto.

A comienzos de septiembre, finalmente el viaje salió. En total fueron ocho camionetas las que salieron rumbo a Brasil. El destino del GPS era Chapada dos Guimarães, para de ahí tomar la denominada ruta Transpantaneira, un camino de tierra, de 147 kilómetros de extensión y que cruza un total de 121 puentes hasta llegar a Porto Jofre.

“Porto Jofre es un conjunto de casitas, no llega a ser un pueblo. Es un paraje prácticamente inhóspito. Nosotros nos quedamos en una posada. El avistaje de animales se da sólo navegando, caso contrario es muy riesgoso. Vos llegás a Jofre y lo primero que el guía te dice es que tengamos cuidado, que no de noche no hay que salir, que no nos desviemos del camino principal y que nos manejemos en grupo”, contó a LVM José, que comenzó con la fotografía como hobby en 2016 “robándole” una vieja Nikon a su papá y experimentando a “prueba y error”.

La navegación se da por el río Cuibá y los brazos que se adentran entre la vegetación. Yacarés, carpinchos, nutrias, mono, diversos tipos de aves y hasta anacondas son fáciles de encontrar.

Ver un yaguareté durante esta excursión está prácticamente asegurada, porque la zona concentra la mayor población de este felino en el continente, pero observarlo lo más cerca posible es el desafío.

José contó que a los 40 minutos de navegación se encontraron con una hembra y dos cachorros, pero el avistaje fue lejano. Al poco tiempo vieron otro ejemplar, pero tampoco fue pleno.

Las posibilidades parecían agotarse y el tiempo también apremiaba porque en el Pantanal el Sol comienza a ocultarse cerca de las 17.30, lo que obliga a regresar a tierra firme y segura. Pero en la última vuelta ocurrió lo esperado.

“Nosotros hicimos siete horas de navegación por el río Cuiabá. Hicimos tres avisatajes, pero recién el último fue pleno. No es un zoológico, uno va con muchas chances de ver un yaguareté, pero no dejan de ser probabilidades. Y después de cinco horas arriba el agua, una hembra salió y se posó en un islote. Habrán sido unos 10 o 15 metros de distancia entre el yaguareté y yo. Éramos ocho lanchas, todos enloquecidos. Ella estaba tranquila, con una parsimonia. Se sabía la dueña del lugar. No hay palabras para describir la experiencia de ver a ese animal de frente”, describió.

Para José no hay palabras para describir la experiencia, pero sí imágenes. El encuentro fue retratado con teleobjetivo Sony 70-200mm y publicado tanto en su página web Thepearco.com, como en su perfil de Instagram bajo el título de “God save the Queen of the Pantanal”.

El misionero, que no persigue fines de lucro con sus fotos, sino que busca “compartir” lo que ve desde “su óptica”, aseguró haber cumplido un gran anhelo, aunque admite que si bien necesita volver a ahorrar bastante, ya sueña con su próximo objetivo: recorrer y fotografiar el continente africano.

El Gran Pantanal, ubicado en el estado brasileño de Mato Grosso, a 2.000 kilómetros de Misiones, concentra la mayor cantidad de yaguaretés en su hábitat natural del mundo.

 

José tuvo tres avistamientos de yaguaretés durante siete horas de navegación por el río Cuiabá, cuyos brazos se adentran entre la vegetación.

 

En total fueron ocho camionetas las que se adentraron al Gran Pantanal, llegando hasta allí por la ruta Transpantaneira, de 147 kilómetros de tierra y 121 puentes de madera.

 

El Gran Pantanal es el humedal más grande del mundo y en las recorridas se pueden observar yacarés, lobos de río, monos, anacondas y muchas más especies.

 

José utilizó una cámara Sony A6500 y un teleobjetivo Sony 70-200 mm durante la excursión.

 

José es Lic. en Administración de Empresas, pero comenzó con la fotografía como hobby en 2016 “robándole” una vieja Nikon a su papá.


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Juanfer Quintero pagó la operación de cataratas a un misionero

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Pedro, un misionero de 56 años con síndrome de down conocido como “Papi” en el paraje Yacutinga, necesita una operación para recuperar la visión que perdió hace unos seis meses. En las últimas horas, su historia se viralizó en las redes sociales hasta llegar al jugador colombiano Juan Fernando Quinteros (Juanfer), quien decidió enviar los fondos para que Papi se opere.

Todo comenzó con un video que difundió José Pisak en su cuenta de Instagram contando un poco la situación en la que se encuentra el “fanático incondicional” del Club Atlético River Plate.

“Lamentablemente, (Papi) tiene cataratas en ambos ojos y necesita operarse lo antes posible. Cada operación cuesta $1.300.000 y por eso estamos pidiendo la ayuda de todos”, explicó José Pisak en un posteo que acompañó con un video de Papi para que sus seguidores lo conozcan.

A lo que añadió: “Hace más de 6 meses que Papi no ve, cualquier colaboración es bienvenida para que pueda recuperar la vista y seguir disfrutando de su vida y de su pasión por River”.

El audiovisual recorrió las redes acogiendo todo tipo de comentarios de solidaridad de los internautas que querían aportar su granito de arena para ayudar a que Papi recupere la visión.

Sin embargo, el momento que sorprendió a todos, incluso al mismo José, fue el mensaje del exjugador de River, Juanfer: “Yo lo pago”, escribió y, en otro comentario, arrobó a una persona para que “cuadre” los detalles para enviar los fondos que cubrirían la costosa cirugía.

Al comentario del jugador de fútbol, José, un fanático más del Millonario, contestó: “No puedo creer que hayas visto esto. Sos gigante. Gracias”.

Tras comunicarse con la persona que Juanfer le indicó y con el correr de las horas, el joven que se hizo eco de la historia de Papi comunicó a través de sus historias de Instagram que el centrocampista y actual jugador de Racing giró el dinero con el cual se llevará a cabo la operación.

“Hoy a la mañana hizo la transferencia. Eso ya tiene todo la familia, la cuenta a la que se transfirió es directa de Papi. Ahora, sigue el segundo paso que es la fecha de la operación y volver a mirar a River, que es lo que más quiere”, celebró José.

 

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Menocchio Cue, el imperio caído

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Menocchio

Imposible adivinar lo que alguna vez fue. Todo alrededor fue pasto del tiempo. El complejo de lo que fuera el imperio yerbatero de los Menocchio en General Urquiza es hoy un conjunto de ruinosos edificios, mayormente devorados por la vegetación, que apenas traslucen algún despojo de la gloria perdida.

Tampoco hay testimonios dispuestos a enfrentar el miedo que todavía infunde el apellido que da nombre a esa postal de pueblo fantasma, que una implacable sucesión de acontecimientos convirtió en una especie de sitio maldito.

La sombra del más célebre de los asesinos misioneros, Luis Raúl Gusano Menocchio, que hoy cumple dos condenas a cadena perpetua en una cárcel patagónica, acecha en el imaginario de quienes deambulan entre las ruinas buscando algo útil que puedan arrancarle al olvido.

Lo que fuera la mayor y más moderna yerbatera de Misiones fue abandonada por los Menocchio a principios de los años ’80 del siglo pasado, cuando el padre del Gusano fue acusado de un megafraude contra la extinta Comisión Reguladora de la Producción y Comercialización de la Yerba Mate (Crym) y de haber estafado al Banco Nación por $12 millones de la época.

Los Menocchio abandonaron, raudamente, la provincia y se instalaron en Asunción, Paraguay, al amparo de la dictadura de Alfredo Stroessner, que transitaba por esos años la recta final de su reino de terror, y donde el mayor de los hijos del matrimonio se convertiría en el más frio y siniestro homicida que haya pisado jamás la tierra sin mal.

El complejo se remató en 1985, pero nunca recuperó la magnitud de los buenos viejos tiempos. En su época de esplendor supo tener 600 hectáreas de yerba, el más moderno de los secaderos, grandes depósitos de almacenaje, viviendas para el personal, que al cierre se contabilizaba en unos 400 trabajadores, y hasta un puerto propio.

Hoy, entre los oxidados silogismos de ruedas y poleas; los vidrios rotos, por donde se cuela el viento y el sol se infiltra para dibujar fantasmagóricas figuras; los depósitos, máquinas y hornos abandonados; y los mudos letreros que advierten sobre peligros pasados, solo avanza la telaraña y reina el silencio.

 


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Marino posadeño participa de ejercicios navales multinacionales en Chile

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marino posadeño unitas

De Posadas a la Antártida y ahora a Chile, para participar del Unitas, una emblemática jornada de ejercicios navales en la que participan marinos de todo el continente americano. Así es la hoja de ruta en altamar de Leandro Germán Villalba, un posadeño que desde 2015 integra la Armada Argentina.

Villalba no siempre fue marino. Cuando terminó el colegio secundario comenzó a trabajar con diferentes oficios y recién inició su carrera naval en 2015, cuando un cuñado le contó sobre la experiencia.

Fue allí que el posadeño decidió anotarse para realizar el Período Selectivo Preliminar y ser Marino de la Tropa Voluntaria en la Base de Infantería de Marina Baterías, al sur de la provincia de Buenos Aires.

Cuando egresó, su primer destino fue el Liceo Naval “Almirante Storni” de Posadas, donde comenzó a trabajar en el sector de mantenimiento, ya tenía experiencia en diferentes oficios como la albañilería y la pintura, pero su carrera iba a continuar en ascenso.

Más tarde, Villalba pidió realizar el curso para hacer la carrera de suboficial e integrar las filas del personal militar como cabo segundo y ahora su especialidad naval es Apoyo General, que incluye además de los camareros a conductores, peluqueros, cocineros y todo el personal relacionado a los servicios en la Armada.

Sus primeras navegaciones las realizó en 2022, cuando arribó a la base naval Puerto Belgrano, en la ciudad de Punta Alta en el sudeste de Buenos Aires, para ser destinado al destructor ARA “Sarandí”.

Me gusta mucho navegar porque es muy importante el trabajo en equipo; cada uno aporta desde su lugar y se genera mucha camaradería a bordo”, contó Villalba en una nota publicada en la Gaceta Marina.

A fines de ese año, el cabo segundo conoció el continente blanco al ser designado para realizar la Campaña Antártica de Verano arriba del rompehielos ARA “Almirante Irízar”.

Durante la campaña, el misionero se desempeñó en el grupo Bodega del Irízar y en el grupo de tareas que se encargó de la instalación de una baliza en la Base Antártica Conjunta Esperanza.

Desde 2022 Villalba es parte de la dotación del destructor Ara Sarandí.

Unitas en Chile

Pero las experiencias no terminan allí para Villalba, quien ahora participa de edición 66 del Unitas, una serie de ejercicios navales multinacionales organizado por Estados Unidos y que este año se realiza en Chile desde el 5 hasta el 13 de septiembre.

Para la edición 2024 la Armada Argentina desplegó el Destructor Clase Meko 360H2, Ara D-13 “Sarandí” y un helicóptero embarcado AS-555 SN “Fennec 2”, además de una agrupación de infantes de marina entre los cuales se encuentra el posadeño Villalba.

Todos estos elementos de la fuerza nacional se unen a efectivos y medios de otros 24 países que en total aportan 4.000 infantes, 17 buques de guerra, dos submarinos y 23 aeronaves para la realización de ejercicios orientadas, en primera instancia, a nivelar y establecer procedimientos comunes, para luego operar frente a una amenaza en común, acorde a los desafíos actuales.

“Es una experiencia única ser parte de un ejercicio del que participan tantos países; lo tomo como una experiencia inolvidable de gran aprendizaje para mi carrera”, agregó Villalba a la Gaceta Marina.

En los ejercicios del Unitas 2024, los participantes se adiestran bajo diversos escenarios operativos, favoreciendo el entrenamiento de técnicas y tácticas con operaciones anfibias, de buceo, de Fuerzas Especiales y de Aviación Naval, entre otras, estableciendo estándares internacionales para las tripulaciones participantes.

Del Unitas participan infantes, buques de guerra y aeronaves de países de todo el continente americano.


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