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Médico de la dictadura la entregó en el 85 y ahora busca a su mamá en Misiones

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Médico de la dictadura la entregó en el 85 y ahora busca a su mamá en Misiones

Fue dada ilegalmente en adopción en Posadas en 1985. La partida de nacimiento trucha lleva la firma de un médico fallecido en 2012 imputado en Misiones y Encarnación por abortos clandestinos.

 

Un año y medio después del fin de la última dictadura cívico-militar que atravesó la Argentina, los padres adoptivos de Carla Pietrafesa, hoy de 36 años, llegaban desde Buenos Aires a la Clínica Misiones, ubicada en la calle Junín de Posadas, para buscarla.

Ahora, la mujer quiere dar con su mamá biológica, pero los únicos datos con los que cuenta son el nombre del galeno que firmó su certificado de nacimiento, Solón Acevedo Gamón, que su progenitora sería oriunda de Candelaria o Garupá y que, en ese entonces, tenía 19 años.

“Este médico trabajaba en esa clínica, la gente le iba a dejar el bebé y él no guardaba registro y armaba una partida de nacimiento nueva, poniendo como progenitores a los que lo adoptaban”, contó Carla en diálogo con La Voz de Misiones, desde su casa en la ciudad de Buenos Aires.

En esa línea, la mujer explicó cómo llegaron sus papás hasta la clínica en la capital de Misiones: “Ellos fueron ahí por recomendación, mi mamá trabajaba en un banco y a ella se lo recomendó un cliente, que también era médico en Buenos Aires”.

Lo único que sabe Pietrafesa sobre sus verdaderos orígenes fue lo que le contó el doctor Acevedo Gamón a sus padres adoptivos: “Le dijo que mi mamá biológica primero se comunicó con él para darme en adopción, pero en el mes ocho se arrepintió y, en vez de ir a tenerme con él, se fue al hospital”, recordó.

Continuó relatando que su madre de sangre la cuidó un mes y medio, pero su progenitor no la quería, aparte de que no contaba con los recursos para criarla porque “vivía en la absoluta pobreza”.

“No podía cuidarme y me llevó a lo del doctor”, sostuvo Carla sobre el aparente motivo que tuvo su progenitora para entregarla al médico, y agregó: “Entonces este doctor la vuelve a llamar a mi mamá, que le había cancelado la adopción, y le dice: ‘Mira la chica se arrepintió, trajo a la bebé vengan a buscarla’, ahí mi familia me fue a buscar”, dijo a LVM.

Clandestino

El caso de Solón Acevedo Gamón fue conocido en la tierra colorada, luego de que el doctor fuera denunciado, a principios de la década del 90, por prácticas de abortos clandestinos y sustracción de bebés durante la dictadura, que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983.

Gamón se fugó a Encarnación, Paraguay, donde lejos de alejarse de los delitos que cometía en tierras misioneras, instaló una clínica y continúo realizando abortos, tal como lo reflejaron los medios provinciales en aquel entonces.

La Justicia paraguaya lo procesó dos veces por la interrupción clandestina del embarazo, la última de ellas en 2008.

Finalmente, el hombre murió el 3 de abril del 2012 en Paraguay, sin haber pagado por los crímenes que había cometido.

La sección fúnebre de los diarios misioneros y paraguayos se llenaron de epitafios en su nombre. Además de su familia y amigos, lloraron la muerte del médico un buen número de ex miembros del Ejército, compañeros de su hermano Osvaldo, quien fue general de brigada durante los años de gobierno de facto.

Búsqueda

Según explicó Pietrafesa a LVM, siempre supo que su adopción no había sido legal y sus ganas de saber sobre sus orígenes nacieron porque su progenitora la había cuidado un mes y medio.

Además, comentó que tiene dos hijos por los cuales los médicos le consultan “si hay enfermedades prexistentes en la familia, y no sé nada. Si les llega a pasar algo no tengo información”.

Si bien la joven nació en Misiones, se crio como una porteña más. Sin embargo, volvió a la provincia este año: “Fui al hospital Madariaga a pedir fotocopias del libro de partos, porque una de las sospechas que tengo es que pude haber nacido ahí, que era lo único que existía en ese momento”, dijo la docente de Inglés.

La mujer también se acercó hasta el Registro Provincial de las Personas, a cargo de Virginia Alejandra Soto, para averiguar qué podía hace para encontrar a sus progenitores o saber algo más sobre su historia.

“Me atendió la directora, ella fue a buscar a una persona mayor, que me dijo: ‘Sentate, que te voy a contar algo que es muy fuerte’; y ahí me contaron todo lo que el médico Gamón hacía con los bebés”.

Carla no tiene datos precisos sobre su verdadera identidad. Incluso, sus padres adoptivos la registraron el 27 de mayo porque el galeno les había dicho que ella nació dos días después de la fecha patria de mayo, o sea, el 25, pero ni ese dato llegó a confirmar que sea verdadero.


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Manu Chao, el bar de la esquina y los “fueguitos de resistencia”

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Manu Chao

Los defensores del pastizal en la remera y el vecindario como la última trinchera. Manu Chao comparte su credo en esta charla producto del azar, un encuentro fortuito, que en lo personal me permito atribuir al destino y que no por casualidad transcurre también en la mesa de un bar.

El cantante franco español que hizo de Latinoamérica su casa y el alma de su música, repitió en Posadas una costumbre que parece haber adoptado como un ritual en sus giras por el continente: visitar los mercados populares de las ciudades y pueblos que recorre como un trovador errante desde 1987, cuando desembarcó en Perú, con Mano Negra.

Lo hizo en 2019, en Asunción, donde también respondió al llamado de la tribu y acudió a la cita del hashtag #ManuChaoEnLaChispa, un sitio contracultural del microcentro asunceno que lleva el nombre de una revista editada por el líder bolchevique y fundador de la Unión Soviética Vladimir Lenin, que hizo una campaña descomunal en redes para tenerlo en su sede de la calle Estrella, y donde el que el suscribe fue testigo de primera fila.

Manu Chao evoca aquella peña que arrancó en una mesa en medio de la calle con “Me llaman calle”, donde también estuvieron algunos de los productores posadeños del concierto del domingo, y que terminó en un dúo con un músico paraguayo muy querido, Pachín Centurión, anfitrión de La Chispa. “Siguen persiguiendo a La Chispa, lo quieren cerrar”, dice, en tono de denuncia, sobre la espada de Damocles del poder municipal que se cierne sobre el centro cultural que este mes cumple 10 años.

Enseguida, recuerda el Mercado 4, lo más paraguayo que puede encontrarse en Asunción. “Te podes perder horas ahí adentro”, agrega, hablando seguramente de su propio extravío por el más grande de los laberintos de la región, que entre sus ilustres visitantes tuvo al escritor Jorge Luis Borges, en 1986.

El sábado a la tarde, junto a su troupe de músicos y productores del concierto que daría en Umma la noche siguiente, recorrió La Placita y después el grupo se instaló en una mesa del Bar Imperial, en la esquina de San Martín y Roque Sáenz Peña, que por obra del azar se anota, de ahora en más, entre los sitios de culto de su tribu de seguidores locales.

Pronto, la esquina se volvió un epicentro de fans que llegaban de todas partes, atraídos por una historia de Instagram subida minutos antes por otro referente tribal, el bajista posadeño Tony Acuña, que se encontró a la comitiva bajando hacia el bar donde sucedieron todos los encuentros casuales de la tarde.

“¿De donde viene tu amor por Latinoamérica?”, propone alguien entre los presentes. Manu Chao rebobina y habla de Mano Negra, la banda con la que desembarcó por primera vez en el continente en 1987.

“Con Mano Negra conocí Latinoamérica”, cuenta el músico. “Me siento en casa, en una casa grande”, dice sobre ese romance forjado en kilómetros de paisajes, pesares y saberes, que convirtió en banderas y expuso en un millar de canciones emblemáticas.

La cercanía de la frontera tampoco pasa desapercibida para Manu Chao, uno de los pocos artistas que se ocupó de la desventura del migrante condenado a la angustia de vivir sin papeles; siempre huyendo de la migra, desterrado eterno. “Yo no soy racista, excepto con los aduaneros”, dispara el músico y todos en la mesa ríen.

“Ayer, subiste a Instagram un reel donde hablás de ‘montar fueguitos de resistencia’”, apunta otro de los comensales.

En todo el mundo está pasando lo mismo. Hoy, el 35% de los franceses vota a candidatos supremacistas. No es algo exclusivo de la Argentina”, apunta Manu Chao, en su única frase política de la tarde. “Yo creo en el vecindario, en el poder de los vecinos; esos son los fueguitos de resistencia”, reflexiona.

Tampoco faltó la mención de Ramón Ayala, “el Carlos Gardel de la tierra colorada”, sugiere alguien en la mesa y la conversación viaja unas cuadras, a la Bajada Vieja y la entrañable melodía del Mensú, que alguien tararea.

El músico escucha con asombro el relato sobre la mítica calle y los orígenes de una ciudad que le debe todo al río,  que su mayor trovador interpretó como nadie y la convirtió en poesía.


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Los ferrys, entre el óxido y el olvido a 111 años de su llegada a Posadas

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ferrys

El viernes 18 de octubre pasado, se cumplieron 111 años de la llegada a Misiones de los ferrobarcos Roque Sáenz Peña y Ezequiel Ramos Mejía, los populares ferrys posadeños, que durante ocho décadas fungieron de puente fluvial entre Posadas y Encarnación, llevando y trayendo los convoyes del Ferrocarril General Urquiza que hacían el trayecto Buenos Aires – Asunción.

Construidos en Glasgow, Escocia, entre 1907 y 1910, los buques se embarcaron en 1913 en una increíble travesía a través del Atlántico para llegar a Buenos Aires y después a Posadas.

Eran tiempos convulsos en ambas orillas del Paraná. En Argentina, durante el gobierno de Roque Sáenz Peña, se había llegado al límite de la frontera agrícola y era el inicio de una larga depresión económica que se extendería hasta 1917 y cuya consecuencia más inmediata fue el incremento de la desocupación y su correlato de conflictividad social.

En Paraguay, gobernaba un periodista: Eduardo Schaerer Vera y Aragón, originario de Caazapá, hasta hoy el territorio más pobre del país. Y mientras Buenos Aires inauguraba su primera línea de subte, Asunción tenía una sola cuadra de pavimento de madera que la prensa bautizó con una expresión en francés: “Petit Boulevard”, donde se agolpaban las tiendas más refinadas y en cuyos escaparates se exponía el mundo.

Los buques llegaron a Misiones en 1913, tras una larga travesía por el Atlántico.

Alejadas de los centros de poder, Posadas y Encarnación forzaban, por entonces, los límites de un territorio agreste, poblado por inmigrantes llegados de otros extremos del planeta.

La inauguración, el 2 de octubre de aquel año, del embarcadero de Pacu Cuá, cuyos restos todavía se conservan en el mismo estado de abandono que los ferrys posadeños, supuso el incremento del intercambio económico entre ambos países, con el transporte de productos de todo tipo.

De hecho, los primeros convoyes fueron cargueros hasta que se sumó el transporte de pasajeros. El tren tardaba unas 50 horas en recorrer los 1.518 kilómetros entre Buenos Aires y Asunción.

Las naves tenían una tripulación de aproximadamente 25 personas cada una.

“Contribuyeron al crecimiento económico de Misiones, con el transporte de granos, aceite de tung, fertilizantes; más adelante entró el tren de pasajeros, que llegaba a Posadas todos los miércoles y embarcaba a Asunción, volviendo los domingos”, comenta Analía Colazo Bidegain, presidenta del Ferroclub Nordeste Argentino, heredero de los ferroaficionados posadeños y que se ocupa de la salvaguarda de la memoria y el patrimonio ferroviario.

Analía es hija de Sixto Ramón Colazo, que durante 45 años fue jefe de la zona fluvial en Posadas y como tal estuvo a cargo de la coordinación de cada viaje de los ferrys.

Ex trabajadora ferroviaria, Analía cuenta que creció en los emblemáticos buques mellizos. “A los cuatro años hice mi primer viaje: me subía con el capitán, iba al otro lado y volvía”, recuerda.

“De chico no entendías, pero al crecer se adquiere conciencia y creo que no hay hijo de ferroviario que no ame o respete lo que fue el trabajo de nuestros padres y a estos barcos”, afirma.

Destino final

En internet hay un sinfín de material sobre ambos buques, entre crónicas periodísticas, imágenes, videos e, incluso, fotografías de la inauguración de 1913, del Archivo General de la Nación.

Entre todos, el video titulado “El ferry del adiós”, publicado hace más de 10 años, recoge el invaluable testimonio de dos de sus protagonistas: el jefe Colazo y el capitán Vicente Arzamendia, ambos fallecidos en 2011, con un mes de diferencia.

En el material, de unos 16 minutos de duración, ambos hombres cuentan los pormenores del trabajo que implicaba el cruce del río, la labor a bordo y aportan datos precisos sobre el funcionamiento de los antiguos buques.

El video repasa también el papel de ambos buques en importantes eventos históricos: el transporte de suministros y heridos de la Guerra del Chaco, que enfrentó a Paraguay y Bolivia entre 1932 y 1935; y las labores de rescate de evacuados durante la gran inundación de 1983, que puso en jaque a todo el litoral argentino.

“Hace diez años que estoy de capitán de los ferrobarcos”, relata Arzamendia y la imagen lo muestra en el puente de mando, en plena faena por el río. “Llegué en 1956 y me embarqué como profesional baqueano durante seis años hasta que asumí como capitán”, cuenta.

“Tenemos un capitán, un oficial baqueano, un jefe de máquinas, un primer maquinista, un timonel, un contramaestre, dos cabos de asadores, seis marineros, cuatro foguistas, un mozo y un cocinero; es un total de veinte tripulantes”, contabiliza, a su vez, Colazo.

El capitán Vicente Arzamendia, en el centro, y el jefe de la zona fluvial Posadas, Sixto Colazo, a la derecha.

“Son muy necesarios porque cada uno tiene su tarea específica”, valora el entonces jefe de la zona fluvial y detalla: “El personal de cubierta realiza su tarea de carga y descarga; el personal foguista es el que mantiene la presión en la caldera a través de la leña que le va suministrando”.

Los buques, de 63 metros de eslora y 18,15 metros de manga, consumían unas cuatro toneladas de leña cada ocho horas. “La temperatura en la sala de calderas alcanza oscila entre los 60 y 80 grados centígrados”, ilustra Colazo y explica que, debido a esto, los tripulantes asignados a esta área, alternaban en turnos de 15 minutos. “Salían a tomar aire y volvían”, cuenta Colazo.

En la cinta disponible en Youtube, el hombre se anticipa al destino de ambos ferrys, sacados de servicio en 1989 con la inauguración del puente internacional San Roque González de Santa Cruz, y pide que “se hagan todas las gestiones necesarias para que los barcos se conviertan en museos y no terminan en chatarras como ha ocurrido en otros lugares”.

“Cuando mi padre fallece le hice la promesa de seguir luchando por ellos”, señala su hija Analía que, por entonces, ya estaba alejada de la actividad ferroviaria y vivía en Buenos Aires. “Y así empecé, yendo y viniendo, hasta que después me radiqué en Posadas para estar más cerca”, apunta.

Parque temático

Hoy, en su apostadero de Nemesio Parma, el Roque Sáenz Peña es el que parece mejor conservado, aunque Analía Colazo asegura que las apariencias engañan y que, en realidad, es su mellizo, el Ezequiel Ramos Mejía, el que mejor se mantiene a flote.

La escena sugiere todo lo contrario. El óxido parece haberse apoderado por completo del Ramos Mejía, que, además, perdió totalmente el puente de mando y exhibe parte de su estructura convertida en un amasijo de hierros retorcidos.

Su mellizo, el Roque, en cambio, conserva resabios de la pintura que lucía cuando ambos buques estaban amarrados en la costanera de Posadas, donde hoy se ubica la plazoleta que rinde homenaje al Papa Juan Pablo II.

La época del restaurante y el museo a bordo del Roque Sáenz Peña.

En aquel entonces, en la cubierta del Roque funcionaba un restaurante, que llegó a ser muy concurrido, y en su interior albergaba una extraordinaria muestra de maquetas a escala de joyas ferroviarias de todos los tiempos. Un nombre sobresalía en aquel entonces: el arquitecto Narciso Aguilar, fallecido en 2010.

En 2014, fueron declarados Patrimonio Histórico Provincial y Fluvial, y Bien Histórico Nacional, en 2021, por ambas cámaras del Congreso.

Sin embargo, nada se hizo por ponerlos en valor. “El tema es que se requiere una gran inversión”, señala Analía Colazo, que a través de su fundación presentó a la Secretaría de Transporte de la Nación un proyecto para extraer los buques del agua y montar en el predio de la estación de Miguel Lanús un parque temático ferroviario.

Analía Colazo Bidegain, ex ferroviaria y presidente del Ferroclub Nordeste.

“La idea es sacarlos del agua y mediante un convenio con las escuelas técnicas reparar el caso y recrear una laguna para que la gente que no conoció pueda conocer esta parte tan importante de la historia de Misiones”, explica Analía.

Según dice, luego de la asunción de las nuevas autoridades en diciembre pasado, volvió a entrevistarse con la cartera de Transporte del gobierno de Javier Milei y le comunicaron que “no hay intención de hacer nada”.

El hundimiento

En 2019, se hundieron en el mismo lugar donde se encuentran hoy. Reflotarlos, implicó la intervención de un equipo de buzos y técnicos navales que trabajaron durante tres días, dentro y fuera de las embarcaciones, soldando fisuras del casco y desagotando agua con bombas de achique que no pararon nunca.

Desde entonces, descansan ahí, amarrados en una orilla olvidada, a una veintena de kilómetros de la parte del río donde una vez brillaron y se convirtieron en leyenda.

Para cualquiera que no conozca su historia son nada más que un par de despojos oxidados esperando lo inevitable en un recodo alejado, como conveniente, del escrutinio público.

Los ferrobarcos se balancean en las aguas de Nemesio Parma, soportando estoicos el implacable paso del tiempo, como dos hermanos condenados que aguardan, pacientes, el hachazo final del verdugo.

 


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Juanfer Quintero pagó la operación de cataratas a un misionero

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Pedro, un misionero de 56 años con síndrome de down conocido como “Papi” en el paraje Yacutinga, necesita una operación para recuperar la visión que perdió hace unos seis meses. En las últimas horas, su historia se viralizó en las redes sociales hasta llegar al jugador colombiano Juan Fernando Quinteros (Juanfer), quien decidió enviar los fondos para que Papi se opere.

Todo comenzó con un video que difundió José Pisak en su cuenta de Instagram contando un poco la situación en la que se encuentra el “fanático incondicional” del Club Atlético River Plate.

“Lamentablemente, (Papi) tiene cataratas en ambos ojos y necesita operarse lo antes posible. Cada operación cuesta $1.300.000 y por eso estamos pidiendo la ayuda de todos”, explicó José Pisak en un posteo que acompañó con un video de Papi para que sus seguidores lo conozcan.

A lo que añadió: “Hace más de 6 meses que Papi no ve, cualquier colaboración es bienvenida para que pueda recuperar la vista y seguir disfrutando de su vida y de su pasión por River”.

El audiovisual recorrió las redes acogiendo todo tipo de comentarios de solidaridad de los internautas que querían aportar su granito de arena para ayudar a que Papi recupere la visión.

Sin embargo, el momento que sorprendió a todos, incluso al mismo José, fue el mensaje del exjugador de River, Juanfer: “Yo lo pago”, escribió y, en otro comentario, arrobó a una persona para que “cuadre” los detalles para enviar los fondos que cubrirían la costosa cirugía.

Al comentario del jugador de fútbol, José, un fanático más del Millonario, contestó: “No puedo creer que hayas visto esto. Sos gigante. Gracias”.

Tras comunicarse con la persona que Juanfer le indicó y con el correr de las horas, el joven que se hizo eco de la historia de Papi comunicó a través de sus historias de Instagram que el centrocampista y actual jugador de Racing giró el dinero con el cual se llevará a cabo la operación.

“Hoy a la mañana hizo la transferencia. Eso ya tiene todo la familia, la cuenta a la que se transfirió es directa de Papi. Ahora, sigue el segundo paso que es la fecha de la operación y volver a mirar a River, que es lo que más quiere”, celebró José.

 

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